sábado, 26 de marzo de 2011

El socorro a Castro del Río (II)

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Al amanecer de aquel 21 de marzo las tropas de Muhammed IV reanudaron con gran violencia su ataque, de manera que sus saetas llegaban a todos los lugares de su medio deshecha fortaleza. El rey musulmán tuvo noticia de que nuevas tropas podrían venir a auxiliar a Martín Alonso Fernández de Córdoba y decidió zanjar el asedio cuanto antes: se aproximaron a los portillos abiertos el día anterior para intentar entrar dentro de Castro, pero la bravura de los soldados de Martín Alonso, secundados eficazmente por los castreños malheridos, les impidió seguir con su propósito.

La lucha duró todo el día, llegándose en muchas ocasiones el cuerpo a cuerpo, hasta tal punto que resultó herido el señor de Fernán Núñez, pero siguió en el combate como todos los castreños y como el resto de sus guerreros.

La llegada de la noche puso fin a la cruenta y agotadora jornada donde Castro del Río resistió un día más, pero a costa de casi llegar al punto de perder a sus defensores. En la oscuridad, como ocurrió el anterior día, llegaron los refuerzos de Córdoba y Espejo, acaudillados por Pay Arias de Castro, acampando en una altura, frente a las destrozadas murallas.

Castillo de Espejo o de Pay Arias, por Quico Ventana.
Al despuntar el día, cuando los árabes se disponían a reanudar el ataque, vieron como a su espalda  se levantaban numerosas tiendas y un respetable ejército formaba ante ellas en orden de batalla. El sultán de Granada decidió abandonar y emprender la retirada. Pero don Martín Alonso, a pesar de sus heridas, ordenó la salida de la muralla, arremetiendo contra los musulmanes de forma muy rápida, tanto que sorprendió a los esclavos de Mohammed, que no habían logrado desmontar su tienda quedándose con algunas de las pertenencias de su enemigo, como ahora veremos.

En dicha retirada, el ejército granadino, para vengarse de la humillación sufrida asaltó y saqueó la ciudad de Cabra, derribando sus murallas y llevándose como cautivos a bastantes de sus habitantes.

Restos de la muralla urbana de Cabra
Para premiar estas acciones, Alfonso XI concedió nuevo escudo a don Martín Alonso, añadiéndole a las tres franjas rojas horizontales de la Casa de Córdoba, una banda negra engolada en dos cabezas de sierpe, tomadas del escudo del rey de Granada. A la vez, le concedió los títulos de Caballero de la Banda Dorada y Caballero Veinticuatro de Córdoba.
Escudo otorgado por Alfonso XI
 Durante mucho tiempo, estuvieron expuestos en una vitrina del castillo de Fernán Núñez, y posteriormente en el palacio, los atelajes de un caballo con una inscripción siguiente:
Montura del caballo que llevaba Mahomad en MCCCXXXI en el sitio de Castro del Río, cuya villa, con solo LXX de cavallo y pocos de a pie, entró el rico-home don Martín Alonso de Córdova, señor de Montemayor y de Fernán Núñez, peleando tan notablemente que, aunque salió con grandes heridas, los moros espantados de su fortaleza alzaron el cerco. Por esta singular hazaña, los descendientes de Don Martín llevan sobre las armas de Córdova las del rey moro
Esta silla, guarnecida de oro, plata y pedrería, pasaría después a mediados del siglo XX a la Casa de Cabrera y a la condesa de Talará, descendiente de la misma, que la dió en concepto de donación al Museo Arqueológico de Málaga.

Vitrina del Palacio Ducal de Fernán Núñez. Fotografía cortesía de Diego Luis Urbano
 En el palacio de Fernán Núñez también se ha conservado un cuadro que muestra el momento del cerco y cómo los soldados de don Martín junto a los castreños defienden Castro del Río.

Información editada y ampliada procedente de:
Historia de la Villa de Fernán Núñez. Francisco Crespín Cuesta
Fotografías del Castillo de Castro del Río por Vértice.

Entradas relacionadas:
El Socorro a Castro del Río (I)
El Socorro a Castro del Río, en el blog Historias de Castro del Río, por Diego Luis Urbano Mármol.
El Cuadro de El Socorro a Castro del Río

2 comentarios:

  1. Que pena que la montura ya no esté en Fernán Núñez. Enhorabuena por esta segunda parte del Socorro de Castro del Río. Un saludo Diego.

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  2. Una pena... las relaciones entre el pueblo y los duques no fueron muy buenas en el siglo XX así que la silla salió del palacio y por tanto, del pueblo.

    Gracias por pasarte por aquí, un saludo.

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